
Hace un tiempo una de mis hijas estaba muy enojada por una respuesta negativa que le había dado, su molestia era tal que se había fácilmente olvidado de los principios que rigen mi casa, el respeto, la sujeción y fundamentalmente las formas con que debe expresar sus emociones. Todo eso importó muy poco y terminó teniendo una muy mala actitud. Mi respuesta inmediata frente a esa inaceptable actitud fue de molestia, esa molestia que justifica una acción firme y categórica, una acción que implicaba un castigo severo a ella. Me resultaba inaceptable que después de tantos años juntos, bajo la enseñanza, la disciplina y viendo con sus propios ojos el beneficio de respetar los principios se olvidara tan rápidamente y hubiera tenido esa mala actitud. Cómo puede ser que no pueda controlarse y no pueda canalizar esa frustración sin traicionar lo que creemos y somos. Podría reprenderla severamente por su accionar o podría sentarme con ella a entender en amor las desviaciones de su corazón. Mi hija está en tinieblas, no conoce al Señor aún pero sin embargo en esta doméstica situación Dios me permitió comprender una verdad sobrenatural.